Melania Gamboa
El día del salmón, el pollo, el aceite y la sal

Hace un tiempo tuve que viajar a San Carlos, una ciudad al norte de Costa Rica. Fui con algunos compañeros del trabajo y en la noche decidimos salir a comer y tomar algo. Este tipo de "giras" son difíciles puesto que no necesariamente puedo llevar toda la comida que voy a comer ni tampoco control sobre el restaurante que vamos a escoger.
Sin embargo, al explicarle al mesero mi situación: debo evitar el gluten y los lácteos, me dijo que no había problema, que podían prepararme algo especial para mí. De esto estoy muy agradecida. Los restaurantes no tienen por qué salir de su paso para ayudar a cualquier persona con alergias o sensibilidades, pero se aprecia y les agrega valor. Sin embargo lo que pedí y lo que recibí fueron cosas muy diferentes.
Pedí un salmón con vegetales y papas salteadas en aceite, todo sin gluten y sin lácteos (sin mantequilla). Recibí la versión light: pollo y vegetales hervidos en agua. El mesero me aseguró que era sin gluten, sin lácteos, sin sal y sin aceite. Reí para no llorar. ¡Era un plato para enfermos!
Pensé que la única forma de mejorarlo era agregándole aceite de oliva y sal, lo cual pedí. El mesero me los trajo con unos ojos muy extrañados. Ni siquiera tuve energías para explicarle la razón.
Esto pasa mucho. Por alguna razón, cuando uno dice: sin gluten, sin trigo, sin harina, sin pan, la gente piensa que uno está "a dieta" para no engordar. En lugar de preguntar, asumen y te traen un platillo muy diferente. Hay una tarjeta del Gluten Intolerance Group que puede servir a mejorar la comunicación con el mesero. Dale click aquí para verla.
Con respecto a por qué me dieron pollo en lugar de salmón... ni idea.